domingo, 19 de julio de 2015

“Por el bien de todos...”


El ser humano es capaz de realizar actos de una bondad ejemplar o de la maldad más abyecta pero, seamos sinceros, quien se distingue por ayudar a los demás y poner sus intereses detrás de los del colectivo al que pertenece, a menudo es tachado de tonto.  Sin embargo, existe una fascinación incomprensible hacia los individuos que han hecho de la vileza un modo de vida, los que no solo son incapaces en empatizar sino que disfrutan despreciando y humillando a sus semejantes, poniendo cualquier capricho banal por encima de los derechos imprescindibles del vecino.  Esos seres disfrutan haciendo daño gratuitamente y la felicidad ajena les produce una saturación de bilis que desborda a la primera oportunidad, real o imaginaria.

Hay una estructura social y, por lo tanto política, creada a voluntad y a la medida de la cara más oscura y retorcida del ser humano, el Fascismo.  Las sociedades de corte fascista se distinguen por funcionar a base de instintos primarios, como la fuerza o la agresividad desmedida, prescindiendo, siempre que sea posible, de muestras más evolucionadas del pensamiento humano como la persuasión racional o la inteligencia emocional, consideradas dudosos atributos del seres débiles, manejables por su propia naturaleza solo con levantar la voz o la mano.  Se sienten legitimados para hacer cualquier cosa que convenga a sus intereses individuales y, del mismo modo, conceptúan como delitos graves los hechos que entiendan perjudiciales para sí mismos.

Las épocas de crisis económica son el caldo de cultivo ideal para emerger de las alcantarillas, donde se refugian en momentos de bonanza, agitar con maestría las vísceras de los ciudadanos desavisados, y hacerse con el poder eliminando derechos naturales, llenando cárceles y, si la situación lo requiere, pasando por las armas cualquier amenaza a su estatus.  Disfrazan el deseo de riqueza y la ambición desmedida de supuestos intereses colectivos que suelen difundir con una fórmula manida pero eficaz: “Por el bien de todos...”.

Hoy, ahora, este instante es crucial para pararles los pies antes que sea demasiado tarde.  Han aprendido a instalarse en los cenáculos del poder, controlan los hilos de la economía mundial y, fracasados los intentos militares del siglo pasado, su nueva estrategia pasa por la dominación desde el ámbito económico.  Calzan elegantes guantes de seda que cubren unas manos sarmentosas teñidas de sangre, han empezado por destruir la soberanía de los países, limitando su capacidad de maniobra, y traspasar (robar) sus recursos acumulándolos en entes abstractos conocidos como Mercados.  El objetivo es el mismo de siempre, dominación absoluta de quienes producen los bienes que ellos disfrutan mediante un control férreo de los medios de comunicación, liberar algunas migajas que produzcan sensación de alivio, sometimiento o desaparición de los elementos díscolos y urdir tejidos de alianzas ente élites con intereses comunes que faciliten su hegemonía.


Son los mismos de siempre, han estado actuando en segundo plano siguiendo su medida estrategia y ahora, tras provocar una conveniente crisis financiera, afloran a la superficie con recursos infinitos y ambición implacable “Por el bien de todos...”.  Ellos son el exponente de la maldad humana pero tienen un problema, la bondad humana sabe defenderse y lo haremos, no lo dudéis.

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