domingo, 13 de marzo de 2016

A pesar de todo…


A pesar de todo no me voy a sentir culpable, hoy no.  Sé que hay gente que convierte el hecho de sobrevivir, un día más, en un titánico esfuerzo a veces estéril, pero no puedo castigarme por haber nacido en una tierra privilegiada; ni lo elegí ni tengo de qué avergonzarme, sólo, quizá, puedo mirar imaginariamente a los ojos de los que sufren y decirles que me tienen para lo que necesiten.  Nada más.  Nada menos.

A pesar de todo no puedo estar siempre enfadado, ni puedo ni quiero.  Respirar el mismo aire que algunas alimañas sin escrúpulos debería hacerles sentir mal a ellos, no a los que llevamos la condición de seres Humanos impregnada en cada célula y lo mostramos en cada gesto, cada parpadeo, cada latido.  Me gusta sonreír y hacer sonreír a los que me rodean y, si pudiera, a los que rodean a los que me rodean trazando una espiral de pensamientos positivos que, a cada voluta, concediera a las personas un día más de esperanza.

A pesar de todo sigo creyendo en mis congéneres, en todos.  No existe la maldad químicamente pura y de todos y cada uno de nosotros se puede aprender algo bueno.  Me han hecho daño, como a cualquiera, pero en cada ocasión he tratado de extraer una esencia que me ayude a crecer, a convertir cada contratiempo en una oportunidad, a buscar, tras cada disgusto, el cálido sol con que alumbran quienes me quieren de verdad.

A pesar de todo la vida me ha tratado bien y no es conformismo.  Comparto plenamente mi existencia con la mujer de quien me enamoré siendo aún casi un niño.  Reímos, lloramos a corazón abierto, nos enfurruñamos y achuchamos con sinceridad y nobleza, nos miramos siempre a los ojos, sonreímos y nos hemos puesto como meta buscarnos las carcajadas sin hacernos cosquillas.  Nuestro hijo avanza en la vida con paso firme y, sin decirlo, nos hace sentir orgullosos, tranquilos y felices.  Estoy rodeado de una familia de buena gente de esa por la que darías la vida y, creo, mi círculo de amigos es reducido pero selecto.

A pesar de todo aprendí desde pequeño que la vida es algo delicado y efímero que hay que mimar y alimentar cada día con la insistencia de una abuela amorosa para que, cuando el contador esté cerca de su final, puedas sentarte tranquilo, mirar atrás y saber que has disfrutado de cada instante, que le has sacado todo el jugo, a veces dulce, a veces salado, a veces amargo, …, de saber que has vivido.


Sé que no está de moda, que la gente me mira como a un bicho raro, que corro el riesgo cierto que ser estigmatizado para el resto de mis días como un tonto, ignorante y simplón, que jamás aspirará a ser nada en la vida pero, a pesar de todo, creo que soy feliz. ¿Me acompañas?

3 comentarios:

Salva dijo...

Ya lo dijo Carmena: El optimismo es una obligación moral y el pesimismo, reaccionario.

Fermín dijo...

Me parece muy bien, Salva, pero hoy, a pesar de todo, dejemos los personajes aparte. Por una vez hablemos desde lo personal, lo íntimo.

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo a pesar de esa cabezonería mía de sentir que no merezco la suerte de ver a mi hijo avanzar en un mundo sin corazón y sinrazón. Me empeño en no ser feliz y este sentimiento está instalado,me temo,en mi capacidad de vivir con plenitud. Te envidio.