Si, faltan diez años para que las personas que tienen 60
años cumplan 70 (y así, todos).
No, no soy el sucesor contemporáneo de Sherlock Holmes.
Cada día, compruebo con desagrado la nefasta influencia que
la TDT Party ejerce sobre buena parte del colectivo de pensionistas. En el Metro, en el ambulatorio, en el
trabajo, en el bar escucho conversaciones sonrojantes que repiten, de manera
prácticamente literal, los argumentos retorcidos, falaces, embusteros,
interesados, mentirosos y groseramente manipulados empleados en determinados
programas de la televisión de ultraderecha.
A veces, demandan complicidad con una pregunta o una mirada
inquisitiva y, al desmontarles el discurso con rigor y generosas dosis de la
cruda realidad, miran con desdén o desprecio y, en ocasiones, lo acompañan de
alguna alusión cercana al insulto.
Es triste porque, en su mayoría, se trata de personas
desencantadas que rechazan aprender cosas nuevas, contemplan el mundo de
Internet como un arcano inaccesible e, instalados en la comodidad del sofá,
acuden puntuales a su cita con los voceros de la caverna para que les regalen
los oídos con montajes, conspiraciones de pacotilla, mensajes obscenos contra
la sociedad y unas pretendidas “verdades del barquero” proferidas por
personajillos de dudosa catadura moral que difícilmente aprobarían un sencillo
test de convicciones democráticas.
Este comportamiento responde fielmente a la estrategia
pergeñada por quienes diseñaron un reparto de licencias televisivas a su imagen
y semejanza. Canales que, tras una
mínima investigación sobre quién está detrás, quién se sienta en sus consejos
de administración, qué sospechosas fuentes de financiación les surten de gasolina
para sus incendios diarios o la onerosas trayectorias de sus “periodistas
estrella” cubrirían de vergüenza al más descarado de los mortales.
Cada iniciativa legal emprendida contra estas serpientes
catódicas ha chocado con escandalosas acusaciones de liberticidio y el enroque
descarado en una lectura de la Libertad de Expresión que se asemejaría a una
apropiación indebida del ascua y de la sardina.
Desconozco qué vericuetos legales pondrían coto a tanto
desmán. Ignoro si, legalmente,
podrían adoptase medidas contra sus anunciantes. Carezco de la formación necesaria para saber si sus alegatos
pro golpistas o directamente guerracivilistas, reaccionarios, ultra católicos,
machistas y homófobos están amparados por el código civil o penal pero, de lo
que no tengo duda, es del daño potencial que estos Predicadores de la Cizaña
infringen a la debilitada salud democrática de este país.
En mi infancia existía un sello discográfico que, ayudado
por la imagen de un perro escuchando un gramófono, tenía como eslogan: “La Voz
de su Amo”. Pues eso…
Posibles medidas legales al margen, lamento concluir como
empecé: Mientras existan personas
que se nieguen a aprender, cotejar datos, analizar con espíritu crítico y
extraer conclusiones durante toda su vida, la brecha digital constituirá un
grave problema para adquirir la formación e información que nos hagan tener una
visión panorámica y veraz de nuestra sociedad (¡Ojo! También hay que saber
separar el grano de la paja).
Mientras tanto, sólo podemos depositar nuestras esperanzas en el paso
inexorable del tiempo. Hasta entonces, Goebbels desmelenado.
1 comentario:
Es increíble el pésimo nivel, en general, de los tertulianos de los medios de la caverna. Su desconocimiento y su falta de respeto hacia todo el que no piensa como ellos. Pero es cierto que, lamentablemente, tienen predicamento.
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