Una vuelta sigue a otra con las sábanas empapadas de sudor,
trataba de minimizar el contacto con la cama pero la ley de la gravedad es
implacable. Se levanta, el agua
fresca que sale de la ducha le infunde ánimos y vuelve al lecho con la
esperanza de que, esta vez sí, va a conciliar el sueño. Diez minutos más tarde comprende que es
imposible y el ventilador en que depositó sus esperanzas de descanso solo
revuelve el aire pesado y caliente.
El cerebro se desborda en ensoñaciones extrañas que el
duermevela potencia con una sensación de realidad frustrante. La niña ha quedado con sus amigas para
ir a la piscina y, hasta el día diez, no ingresarán los 600 euros del paro. En el monedero solo quedan 25 y la
nevera agota los últimos recuerdos de la compra de hace quince días.
La muchacha se ha portado bien, ha aprobado todo y, con una
sonrisa cómplice, acepta sin reparos la cruda realidad de la familia. No puede pedirle más. Decidido, irá a la piscina y ellos
volverán a comer en casa de sus suegros.
Si no fuera por su pensión no sabe como vivirían.
El colchón de gomaespuma de la celda es un horno y no se
mueve una brizna de aire a pesar de tener el ventanuco abierto de par en
par. Esto no puede seguir
así. La privación de libertad es
muy dura, los minutos se hacen horas y la presencia de ánimo se va minando a
toda velocidad. Esto no puede
seguir así. Tumbado boca arriba,
en pantalón corto, echa de menos las sábanas de hilo, la presencia cálida de su
mujer, el aire acondicionado… en otras circunstancias estaría en un hotel de
lujo, quien sabe si en alguna isla perdida del Índico, sometido a una severa
dieta a base de langosta y daikiris.
Un paseo en yate hasta el atolón y dos horas de buceo rodeado de
exuberante vida marina. Esto no
puede seguir así. Si ellos no
hacen nada, tendrá que hacerlo él.
A las tres de la mañana no se oye un alma en la calle y,
antes de apoyar la cabeza en la almohada, ya ha caído rendido, presa del
agotamiento. Sueña con los felices
días de la universidad; seis años para sacar una ingeniería aeronáutica no son
el mejor aval para desenvolverse con soltura sirviendo hamburguesas, refrescos y patatas fritas en una
cadena de comida rápida. ¿Era él tan sumamente odioso cuando fue
adolescente? A las nueve sonará el
despertador y volverá a la rutina de enviar currículos a cientos de empresas y
visitar algún polígono por si hubiera suerte. Por la tarde le espera el humillante uniforme y los odiosos
adolescentes. Sus amigos le dicen
que no se puede quejar…
3 comentarios:
Un fiel reflejo de la realidad, aunque echo en falta al golferío político amante del vil metal, que ni entra en la cárcel, ni se revienta de trabajar, ni tiene una idea, siquiera remota, de lo que es el paro.
Gracias por el tres en uno.
Fermín, siempre das en el clavo, aunque yo diría que 4 en 1. Falta el 'rebozado' apestoso de toda la inmundicia incluída la real. Ya nadie espera nada de esta Pesticia.
Realidad pura,echo de menos la visión inhumana de quienes no tienen carazón,los q lo han vendido a cambio de dinero y su único valor es el placer material,y para conseguirlo han vendido también su dignidad
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