De un tiempo a esta parte han llegado a mis oídos numerosas
quejas sobre el voto incorrecto de determinadas personas o colectivos. Haciendo uso de la vocación de servicio
público que me caracteriza, procedo a exponer los pasos necesarios para que, el
imprescindible derecho a votar, sea ejercido con todas las garantías de calidad.
Vayamos por partes (frase atribuida equivocadamente a Jack
“el Destripador” cuando, quien la ejercitó con donosura, fue el Dr.
Frankenstein):
Para realizar el acto del voto hay que desplazarse al
colegio electoral correspondiente que se adjudica en función del domicilio del
votante, de modo que se debe dejar de lado la natural molicie, vestirse para la
ocasión (la ley no determina qué indumentaria es la adecuada aunque se aconseja
adecuarla a los rigores meteorológicos) y salir de casa con determinación
democrática.
Una vez en la calle, encaminarse en la dirección correcta
que nos conducirá al colegio electoral.
Se han dado casos de personas que, con el pensamiento distraído, ha
caminado en dirección contraria y, horas después, han vuelto a casa presos de
la frustración y el cansancio.
Hay, pues, que salir atentos.
Ya en el colegio, observaremos que hay varias mesas con sus
correspondientes urnas. No
caeremos en la humana tentación de dirigirnos a la que tenga la menor fila de
votantes, salvo una casualidad improbable, no será nuestra mesa. Si no conocemos cuál es la que se nos
ha asignado, consultaremos el censo o preguntaremos a cualquiera de las
personas que componen el operativo dispuesto para hacernos la vida más fácil.
Con el dato de la mesa apropiada, ya podemos dirigirnos a
recoger papeleta y sobre. Un
vistazo concienzudo nos ayudará a identificar la candidatura preferida y, esto
ocurre siempre, al cogerla, daremos un vistazo disimulado al resto de montones
para comparar mentalmente lo que ha bajado el de nuestra elección en
comparación con los demás. Son
esas conjeturas que hacen la vida más entretenida.
Para el acto de introducción de la papeleta en el sobre, hay
varias escuelas de pensamiento:
Hay quien, orgulloso y desafiante, dobla la papeleta con las letras
hacia fuera y la introduce pausadamente haciendo partícipe de su decisión a
quienes le rodean; hay quien, no sabemos si avergonzado o discreto, deja los
nombres por dentro y solo muestra la cara en blanco o quien,
despreocupadamente, la pliega sin prestar atención. Es recomendable hacer un solo pliegue, centrado,
perpendicular al lado más largo de la papeleta aunque cada persona es un mundo. Una primorosa figura de papiroflexia no
será valorada con justicia cuando, tras las votaciones, se proceda a abrir los
sobres y desplegar las papeletas.
Ya que he mencionado la apertura de los sobres, estimo necesario reseñar
la inutilidad de cerrarlo herméticamente, pegando minuciosamente la solapa o,
se han dado casos, lacrándola.
Solo conseguiremos un, nada cariñoso, recuerdo a nuestros ancestros por
parte de los sufridos miembros de la mesa.
Se acerca el momento cumbre del proceso y todos, sin
excepción, sufrimos unos instantes de desazón ¡no jodas que no he traído el
DNI! Echamos mano a la cartera y
respiramos reconfortados cuando extraemos el documento identificativo de su
habitual alojamiento.
Al llegar ante la urna, entregamos el documento al
presidente (últimamente hay más presidentas) de mesa y se producen unos
momentos de caos: Lee en voz alta el nombre y dos apellidos, uno de los vocales
“canta” el número que tienes en el censo, el interventor que hay a tu derecha
dice que en su censo no estás, otro interventor, en el extremo contrario,
“canta” un número distinto y, dos repeticiones más tarde de nombre, apellidos y
número, todos se ponen de acuerdo y te autorizan a introducir el sobre en la
urna. No pretendo hacer ninguna comparación
facilona y chusca, de carácter sexual, relativa a la habilidad o torpeza a la
hora de introducir el sobre en la ranura pero haberlas, haylas. Ya está, puedes volver a casa con la
satisfacción del deber cumplido.
Siguiendo estos sencillos pasos, garantizamos que el voto se
habrá efectuado correctamente, ahora solo queda la nimiedad de haber elegido (o
no) la papeleta adecuada…
De nada.
6 comentarios:
Muchas gracias, Fermín por tus amables indicaciones. Solo un pero, al menos en mi caso, cada vez que quiero introducir mi voto hay 'alguien' en la mesa que dice que no, que lo tiene que introducir el que está al mando de la mesa, y la verdad por no discutir una vez más dejo que su mato introduzca mi voto. Cierto es que lo importante es que veo caer en la urna mi voto,
Es un poco lo que después pasa con determinados políticos que se empeñan en meter en tu vida cosas que tu no quieres, pero eso ya es otro cantar y no me refiero a los números de lotería de navidad.
Un abrazo
Eres genial Fermin. Real como la vida misma. Lo has cablado. Eso es lo que nos pasa a la gran mayoría. Y lo que dice Javier, también es cierto. Un gran abrazo genio.
Eres genial Fermin. Real como la vida misma. Lo has cablado. Eso es lo que nos pasa a la gran mayoría. Y lo que dice Javier, también es cierto. Un gran abrazo genio.
Lamentablemente ese "vota" pronunciado por el presidente de la mesa, emociona cada vez menos, como ya contaba hace años con extrema lucidez el gran Perich, la democracia consiste en elegir al candidato que crees que te va a joder menos, y confiar en que salga elegido...
todo...menos abstraerse...
Lo has bordado
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