“No lo vi venir”, repetía entre sollozos la abuela magullada
a la que acababan de robar el bolso.
“No lo vi venir”, se quejaba el muchacho mirando su moto
desvencijada junto a la furgoneta que se había saltado el semáforo.
No lo vi venir”, lamentaba el tornero en la cola del paro,
después de dar sus mejores años al taller que lo acababa de despedir.
¿No lo vimos venir?
Algún indicio tuvimos.
Cuando, a comienzos de siglo, nuestra bien amada Esperanza Aguirre,
secundada por su fiel mamporrero mediático, Fedeguico y sus mariachis; comenzó
a disparar letales torpedos a la línea de flotación de los sindicatos, debimos
ponernos en guardia. El mensaje
estaba diseñado de modo impecable:
Los sindicatos son unos parásitos, son unos vagos que viven a nuestra
costa sin trabajar, unos vividores cuyo único fin en la sociedad es no dar un
palo al agua, … y un larguísimo etcétera que, en los años de las vacas gordas,
sin una conflictividad laboral reseñable, fue empapando como ácido
extremadamente corrosivo las vísceras de esa parte de la clase trabajadora, que
nunca se paró a pensar que porcentaje de verdad había detrás de esa
escenografía milimétricamente calculada.
Es cierto que, como en cualquier colectivo formado por
muchas personas, hubo una proporción de impresentables, ventajistas, incluso
delincuentes que, con el eco mediático necesario, sumergieron en el lodo el
honrado trabajo, la lucha y la entrega de decenas de miles de representantes
sindicales cuya meta fue, es y será la defensa a ultranza de los derechos de la
clase trabajadora.
La irrupción de la crisis brutal (en parte sobrevenida, en
parte provocada) que finiquitó los “días de vino y rosas”, se llevó por delante
millones de puestos de trabajo, el horizonte vital de tantas personas que
quedaron a la intemperie laboral y el futuro de una generación sin la menor
esperanza de poder desarrollar una vida plena. Ese caldo de cultivo, aderezado con el desprestigio de los
sindicatos de clase, debilitados y anémicos, fue el alimento necesario para el
nacimiento de una Reforma Laboral que no encontró una contestación contundente
en las calles; como habían previsto los diseñadores de su estrategia y, con la
aquiescencia de sus autores intelectuales, la gran patronal, pasó por la
picadora una legislación laboral muy aceptable convirtiéndola en una autopista
para la precariedad y la desesperación.
Quienes llevamos en los genes el orgullo de ser Clase
Trabajadora, entendemos los sindicatos como parte imprescindible para mantener
el equilibrio que debe presidir la relaciones con la patronal. Ahora bien, las organizaciones
sindicales deben aprovechar ese momento crítico que viven para sanear sus
cuadros, hacer una catarsis radical, modernizar sus estructuras, ser ejemplo de
transparencia y solidaridad y recuperar, paso a paso, el protagonismo que nunca
debieron perder, traducido en prestigio y buen hacer en la defensa de los
intereses de los trabajadores.
Me encantaría presenciar, en un futuro cercano, una rueda de
prensa del presidente de la CEOE que comenzara con las palabras “No lo vi venir…”
Por ellos, por nosotros, por la Clase Trabajadora ¡Viva el 1 de mayo! Porque, así, no
salimos de la Crisis…
2 comentarios:
Has estado genial, me ha gustado un montón. Yo tampoco lo he visto venir más de una ve, pero parece que con el paso de los añaños, la vida me está dotando de una clarividencia extraordinaria. Un abrazo amigo Fermin.
fantastico es un descubrimiento este blog gracias comparto hasta la ultima palabra
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