domingo, 18 de octubre de 2015

Desmontando la recuperación. Manual de uso


Tienes que haber pasado unas largas vacaciones en otro planeta si ignoras la famosas Crisis de las Subprimes que zarandeó la economía occidental desde finales del 2007. Podría resumirse en un afán desmedido de algunos bancos estadounidenses por ganar dinero rápido que concedían hipotecas a todo el que lo solicitase aunque fuera un homeless de libro.  Esas hipotéticas hipotecas, se vendían por miles en paquetes que iban comprando otros bancos de todo el mundo y, cuando esa estructura financiera de cartón piedra se vino abajo, se llevó por delante los ahorros de mucha gente y la solvencia de no pocas entidades con esos títulos emponzoñados en su cartera.

Los bancos españoles, unos pioneros en inventar nuevas formas formas de cagarla desde el S XVI, no contentos con las hipotecas basura americanas, habían entrado en una vorágine de conceder créditos a cualquiera que entrara en una sucursal a preguntar la hora, hasta tal punto que se quedaron sin dinero propio y tuvieron que pedir prestado para, a su vez, poder seguir prestando, una espiral suicida que solo necesitaba un golpe de viento para derrumbar el castillo de naipes en que se había convertido.  De EE.UU. llegó un huracán que los dejó desnudos a la intemperie. Bueno, desnudos, lo que se dice desnudos, no; Europa puso como condición un aval del Estado para conceder esos préstamos absurdos y, forzado por la Gran Banca y la bonanza económica, el Estado se lo concedió.

La Banca (concretamente sus indocumentados, ambiciosos y arribistas dirigentes), sustentada por su Primo de Zumosol, se vino arriba y entró en una dinámica de derroche de nuevo rico y empezó a perder dinero (que nunca fue suyo) en cantidades de, como mínimo, 7 cifras. Poco a poco ya se habían ido “comiendo” el superávit del Estado en ayudas directas e indirectas y, cuando este se acabó, empezó la coreografía de fichas de dominó cayendo en cascada que obligó a “papá Estado” a pedir un rescate que cortar la hemorragia.  Recate que no nos iba a costar un céntimo y que nuestros bisnietos seguirán pagando.

En este “escenario ideal”, a Rajoy empezaron a cuadrarle los números: La Crisis enmascararía las medidas neoliberales que traía bajo el brazo y que habrían sido legitimadas por una reforma expres del Art. 135 de la Constitución que, un Zapatero entumecido por los golpes, le concedió sin evaluar las consecuencias. Para los ciudadanos fue la Tormenta Perfecta.

La famosa reforma constitucional decía, básicamente, que los recursos del Estado se destinarían prioritariamente a reducir el déficit, pasando por encima de quien hubiera que pasar. De este modo se adentraron, nos adentramos, en el proceloso océano de los recortes. Ahora le metemos un tijeretazo descomunal a la Sanidad Pública, ahora reducimos los centros educativos a su mínima expresión, ahora ponemos en la calle a más de 100.000 trabajadores públicos (ninguno de ellos directivo), ahora ignoramos el sufrimiento de los Dependientes, ahora subimos los impuestos indirectos y atenuamos la carga a los más poderosos, ahora introducimos copagos o, la medida más deseada por los indeseables, ahora le hacemos una felación comunitaria a la CEOE mediante una Reforma Laboral que deje en manos de la Gran Patronal la vida de 5 millones de parados, cuyo trabajo, aunque necesario, no se pondrá en marcha hasta que los empresarios vean concedidos sus caprichos y den la orden de contratar. Ahora bien, no han perdido el tiempo y el dinero: Se han salido con la suya mientras obtenían unos beneficios insultantes en lo más duro de la crisis.

¿Qué ha sido del déficit? Poca cosa; tras innumerables recortes, privatización de los servicios públicos más rentables y un incalculable sufrimiento personal por parte de los más desfavorecidos, NUNCA se han cumplido las cifras de déficit dictadas por Europa, es cierto que se han ido reduciendo pero lo habrían hecho en la misma medida sin la ficticia política de austeridad que nos ha rebozado por el lodo.

No solo eso, del mismo modo que se mantiene el cacareado déficit, nadie nos cuenta que Rajoy se encontró, cuando llegó al poder, una deuda pública cercana al 70 % del PIB que, cuatro años de sufrimiento más tarde, ya toca el 100 % o lo que es lo mismo, debemos casi un billón y docientos mil millones de euros, es decir, (casi) todos los ciudadanos de este país somos carne de esclavitud sometidos a las agencias de rating que dictan nuestra solvencia y, por tanto, qué intereses pagamos por la permanente refinanciación de esa deuda monstruosa.

En este círculo vicioso, el paro nunca descenderá, no interesa la gente satisfecha. Es más eficaz tenerlos asustados y dóciles para que acepten sin pestañear las nefastas condiciones laborales con que los chantajean.

Europa tolera al tonto útil que siempre ha sido nuestro Gobierno porque les interesa, en el momento que dejemos de servirles, no tienen más que volver a tirar de la cadena como hicieron con Grecia.

Estos son sus argumentos ocultos, los que no nos cuentan. Y todo sin contar lo que han robado a manos llenas. Ahora, si quieres, primero lo compruebas y luego los vuelves a votar.


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