Decía mi abuela que solo le pedía a dios que le librara de
una cosa: Del apretón de un vago.
Decía que, después de estar ella trabajando y bregando una semana sin
parar, aparecía el vago el último día, todo fresco y descansado, y se ponía a
currar a toda velocidad para ponerse las medallas del trabajo que habían hecho
los demás. El resto se veía
obligado a redoblar el ritmo, para no parecer que flojeaba, y es ahí donde te
reventaba y se llevaba el mérito. Los vagos son mala gente, terminaba diciendo.
Al margen de discrepar con ella en que los vagos seamos o no
mala gente, yo creo que no; debo reconocer que en lo demás lo ha clavado: Tras cuatro años pasando de placentera rascada
genital a lectura superficial del Marca y viceversa, interrumpidas brevemente
para dar instrucciones telefónicas sobre cómo y dónde meter la tijera, que
siempre eran consecuencia de haber recibido instrucciones telefónicas sobre
cómo y dónde meter esa tijera; Rajoy ha roto a inaugurar.
Lo ha hecho, como casi todo lo que hace, midiendo bien los
tiempos, que no están las cosas para desperdiciar energía y, casi sin darnos
cuenta, el plazo para inaugurar ya ha finalizado y él descansa en su mullido
sofá, satisfecho del deber cumplido, jugando distraídamente con los botones del
mando a distancia. Ha conseguido
su objetivo: Que su imagen cortando cintas rojigualdas, como alcalde en la
Vuelta Ciclista, permanezca en nuestra memoria reciente anclada en una
alucinación casi lisérgica de haber visto a Rajoy “trabajando”.
Ha hecho poco, pero todo infame y con un denominador común:
Impuesto por otros. No se le conoce ninguna decisión propia aparte de hacer un
hueco en su agenda para ver el Tour de Francia y mandar algún que otro SMS sospechoso. Fuera de ahí, la nada; para regocijo de
las élites financieras, Ángela Merkel y sus mariachis o la gran patronal
española.
En los próximos dos meses tendremos a Rajoy hasta en los
cromos de la bollería infantil y, no lo descartemos, concederá entrevistas a prácticamente
todos los Medios reales e imaginarios, incluido Radio-Taxi, con el irreal
objetivo de hacer olvidar los 4 años anteriores. Misión imposible. Solo le reconozco un mérito: Es el
inventor de un concepto paradójico y novedoso: El ocio estajanovista.
Ya lo decía mi abuela…
No hay comentarios:
Publicar un comentario