Siendo la de “trilero” la formación con
más salidas laborales, descubrimos que, como en todo, hay categorías que van
desde el que truca los recibos de la comunidad de propietarios para quedarse un
pellizquito para sus gastos, hasta los monstruosos (más por sus efectos que por
su tamaño) entramados financieros que juegan al Monopoly con los países y el
futuro de sus habitantes; eso que conocimos bajo el eufemismo de “los
mercados”.
En las últimas fechas hemos conocido dos casos,
aparentemente distintos, que muestran ciertos paralelismos entre sí: Los pufos de Volkswagen y Rodrigo Rato.
El gigante automovilístico alemán, que engloba las marcas
Volkswagen, Audi, SEAT y Skoda, además de cientos de industrias auxiliares,
introdujo un software en sus motores que detectaba cuando estaban siendo
inspeccionados y reducían las partículas contaminantes emitidas a la mínima
expresión, volviendo a la “normalidad” cuando su uso era el cotidiano. Este hecho, confirió a sus productos un
carácter de limpieza que les hizo vender millones de vehículos en todo el
mundo, llenando la caja de billetes y la atmósfera de sustancias nocivas para
la salud.
Erróneamente se califica de afectados a sus compradores y
usuarios, cuando los auténticos perjudicados somos los seres vivos que
respiramos. Podríamos estimar la
cifra en 8.000 millones de seres humanos y cientos de miles de millones de
consumidores de oxígeno. Una
fruslería sin importancia a lado de la jugosa cuenta de resultados.
El “mejor Ministro de Economía de la Historia de España”,
padre del resurgir económico de nuestro país en los oscuros años de Aznar en el
poder, basó sus tesis en dos premisas:
Vender a precio de saldo, siempre a empresarios afines, cualquier
empresa, recurso o servicio público que rindiera beneficios y, mediante una
suicida Ley del Suelo, promover, alentar y sustentar una burbuja económica,
basada en el ladrillo, que dio la falsa impresión de una bonanza financiera que
hacía correr el dinero a raudales de mano en mano, hasta que reventó por sus
costuras dejando millones de incautos a la intemperie. Cada operación de compra, venta,
inversión o construcción iba gravada con un porcentaje variable de comisión que
fue a parar a la caja B del partido en el poder y, en unas proporciones nada
despreciables, al patrimonio privado de sus ejecutores.
Erróneamente (o falsamente) se difundió que el dinero
público, donde mejor estaba era en el bolsillo de los contribuyentes, cuando
los auténticos beneficiarios eran los que se dejaron crecer las uñas para que,
rascando rascando, les cupieran más billetes en cada intervención. El “Padre de la criatura” disfrutó de
un retiro dorado, como Director Gerente del FMI, del que salió apresuradamente,
sin dar explicaciones, diez minutos antes que lo echaran y, ya de vuelta,
aprovechó que estaba por su amada “tierra de promisión” para esquilmar la mayor
entidad financiera pública de España, estafar a millones de clientes y, de
paso, probar cada unos de los supuestos delictivos contemplados en el Código
Penal en materia económica.
El fabricante alemán, tan culpable como el exministro
español, pertenece a una cultura donde, si te pillan, te caes con todo el
equipo y, amén de asumir su responsabilidad, estudia unas medidas para
compensar a sus clientes engañados y ha habilitado un teléfono gratuito para
informarles. Rodrigo Rato está
siendo mirado al microscopio y se va comprobando que, no solo pillaba de todas
partes, sino que engañaba y manipulaba hasta a sus colaboradores más
cercanos. Él sigue negándolo todo,
faltaría más, pero acabará con sus huesos y su altanería en la cárcel. Sus sospechosas reuniones con el
Gobierno y maniobras dilatorias retrasarán algo el proceso pero el grupo de la
Guardia Civil que lo está investigando ha demostrado su solvencia e
independencia y las pruebas que obtenga serán abrumadoras.
No estaría de más que Rato habilitara una línea de teléfono
para afectados pero, en su caso, las llamadas serían irreproducibles y, por
supuesto, de pago. En un mundo de tramposos, el dinero es el rey.
1 comentario:
Saca algo de Tomás Gómez y Marjariza porque pareces el telebárcenas siempre en dirección única
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