A finales de los años 60 y principios de los 70, toda la
chavalería de Getafe procurábamos evitar transitar por algunas zonas,
completamente acojonados, porque eran los dominios de la “Banda del Negro”. Su modus operandi era simple pero
tremendamente eficaz: Esperaban emboscados tras una esquina y; a veces con una
navaja, a veces con un golpe; nos aligeraban los bolsillos de las escasas
monedas (a veces un duro, a veces dos) que conformaban nuestra magra paga
semanal. Un chavalín de ocho o
diez años era un enemigo débil y desamparado contra el aparato proto-delictivo
organizado por el Negro y sus secuaces, que campaban a sus anchas sin nadie que
pusiera coto a sus desmanes.
Esta Batallita digna del Abuelo Cebolleta viene a cuento por
la irrupción de la Banda del Mechón Blanco que, parapetados tras el mostrador
de las farmacias, con los farmacéuticos como rehenes, va a despojar de un euro
por receta a los más débiles de la sociedad madrileña (aunque ya es de
aplicación en Cataluña).
Pensionistas, enfermos en general y enfermos crónicos en particular;
serán quienes pagarán (pagaremos) hasta 72 euros al mes que, proyectados a un
año, suman una mordida de 864 euros.
Cantidad que muchos poseedores de yates no pagan a Hacienda ni locos.
Dicen que los perros, cuando penetran en un territorio, van
dejando en cada esquina unas gotas de orina que, calle a calle, delimitan su
área de influencia y dominio.
Ignacio González, flamante sustituto de Esperanza Aguirre en la
Comunidad de Madrid, necesitaba una medida para distinguirse de su arrolladora
predecesora y, al parecer, ha optado por la implantación de esta variante
castiza del Impuesto Revolucionario.
Nada sabemos, sin embargo, de la vergonzosa claudicación
impositiva ante Eurovegas, mediante la cual, la Comunidad de Madrid, dejará de
recaudar una cifra mareante de dineros.
No tenemos más noticia de la reimplantación del Impuesto del Patrimonio,
que la resistencia numantina de Nacho González, con su refulgente mechón blanco
en la nuca, a gravar las grandes fortunas. Desconocemos dónde ha ido a parar el dineral que falta en
las cuentas de Cajamadrid, ahora Bankia, aunque tengamos fundadas sospechas. Nada de esto importa, si quedan unos
míseros céntimos en los bolsillos de los ciudadanos de a pie, se les levantan
y, a otra cosa, mariposa.
En casa somos tres enfermos crónicos y, desde aquí, anticipo
que no voy a pagar un solo céntimo a la Banda del Mechón Blanco. Cuando me atracaron los de la Banda del
Negro no podía defenderme, ahora sí lo haré.
No al repago ni al requetepago. Cuando paguen todos los que, con la complicidad inestimable
de los bobiernos, se escaquean y nos lo rebozan, hablaremos… o no.
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