Dicen que la mejor manera de esconder una cosa es ponerla a
la vista de todos. En ese caso, el
lobby invisible que lo impregna todo, lleva décadas ante nuestros ojos y, salvo
alguna denuncia más o menos tímida, se acepta como algo cotidiano y es el tema
de conversación más recurrente alrededor de un café o una cerveza. Me refiero al fútbol.
Esta semana ha saltado a las portadas de la prensa
generalista por el caso del fichaje de un jugador por uno de los clubes más
poderosos de España y del mundo.
Este fichaje, como la inmensa mayoría, se ha llevado a cabo mediante
unas cantidades de dinero mareantes por vergonzosas y, la noticia, no ha sido
el gasto oneroso y casi siempre oculto sino que hayan descubierto que, al
parecer, alguien se ha dejado crecer las uñas para que el quepa más dinero
entre ellas.
Mi padre, cada fin de semana de mi infancia, renegaba y
juraba en arameo por el efecto adormecedor que el fútbol ejercía en la gente y
que, junto a los toros, era utilizado por Franco como el genuino opio del
pueblo. Mientras hubiera circo, la
escasez de pan era tolerada con resignación. Ahora más.
Hace tiempo que este entramado de dirigentes (con más poder
que alcaldes o ministros), jóvenes (en muchos casos iletrados, egoístas,
vividores y, después, inútiles para la sociedad o, directamente, juguetes
rotos), negociadores si escrúpulos (no sé si venderían a su madre por una
comisión, pero lo hacen con sus hijos), estamentos federativos (que funcionan
con la misma estructura que las mafias) y la complicidad imprescindible del
poder político (que, discretamente, favorecen determinadas prácticas cuasi
delictivas para ganar o no perder los votos de los aficionados), hace tiempo,
digo, dejó de ser un deporte para encabezar las estadísticas del “Show
Business” y pasar por encima de quien sea necesario para lograr sus oscuros
objetivos. Y lo consiguen.
Sorprende (o no) que haya clubes (en la mayoría de los casos
sociedades anónimas) que hagan y deshagan chanchullos, ventas, compras, cesiones
o alquileres con unas deudas con Hacienda y Seguridad Social que
imposibilitarían el ejercicio de cualquier empresario convencional y les
llevarían a los juzgados o a la cárcel.
Escandaliza (o tampoco) que se ampare, promueva y aliente la
presencia y el protagonismo de grupos violentos de ideología abiertamente nazi, los
llamados “Ultras”, a los que se protege y financia generosamente con la infantil
excusa de que animan al equipo.
Desagrada que, el montaraz Montoro, amenace un día sí y otro
también a colectivos sociales, culturales o ciudadanos con la caída con todo su
peso del hacha de Hacienda por un “quítame allá esos miles de euros” y tolere,
consienta y permita los manejos de sociedades con deudas de cientos de millones
que, a buen seguro, aliviarían las arcas del Estado y suavizarían alguno de
esos recortes que se ufana en hacer sobre los más necesitados.
A un presidente de un equipo de 1ª división, cuando ascendió
su equipo, le preguntaron qué prefería, ser alcalde de su ciudad o presidente
del club y él, sin ningún rubor, respondió que alcaldes hay miles pero
presidentes de 1ª solo hay veinte.
Así nos va.
5 comentarios:
Como siempre vas directo,sin andarte por las ramas y expones lo que la gran mayoría pensamos y sentimos .Solo felicitarte una vez mas por que lo haces también ,que a veces no hace falta ni sacar conclusiones
Bueno, Fermín, iba a hacerte un comentario, pero que cojones, está todo comentado y bien, como siempre directo al grano y sin palabrería
es la nueva religion del pueblo, el circo con gladiadores y leones y donde distraer dinero y consciencia
Demasiados paréntesis.
Real como la vida misma, lo que no estoy de acuerdo es con la catalogación que haces de los futbolistas, que han vencido los tópicos de poco preparados, etc..
mi desapego con éste maravilloso mundo es por muchas de las causas que has descrito tan bien... Básicamente por la violencia y la competitividad insana que promulga.
Felicidades. Chapeau.
Publicar un comentario