Como cuando era niño, me levanté temprano para ver lo que
había debajo del árbol y, en el salón, recordé que en casa ya no lo
ponemos. Instintivamente miré por
la ventana y bajo la acacia que hay frente a ella solo había lo de siempre, dos
o tres cagadas de perro. Una
realidad tan prosaica me condujo a la inevitable pregunta ¿He perdido la
ilusión? Creo que no.
Con 8 o 10 años estaría, sentado en el suelo, haciendo
jirones el papel de colorines que envolvía los regalos, junto a mi hermano que,
con 5 años, no sabía distinguir los míos de los suyos. Mi madre, con una sonrisa que le daba
dos vueltas a la cara, disfrutaba de la escena mientras se calentaba la leche
del desayuno y mi padre, junto al sillón, trataba de calmar dos fuerzas de la
naturaleza desatadas: Dos niños en la mañana de reyes.
Los años cambiaron los papeles y, ya ejerciendo como padre,
disfruté como nunca viendo a mi hijo paralizado sin saber qué caja abrir
primero y, junto a mi mujer, gozar del placer de dar y recibir regalos. Aún hoy, sigue siendo un momento
mágico.
De crío, tienes la ilusión concentrada y desbordada en dos o
tres momentos al año: Navidades, cumpleaños y algún otro menos concreto y
aunque de adulto esté más difuminada, si se pudiera medir, me atrevería a afirmar
que el saldo sería similar.
Todavía sonrío inconscientemente rememorando el 24 de enero de 2012
cuando mi hijo se incorporó a su trabajo, el día que nos presentó a su novia o,
hace un par de meses, cuando fuimos a visitarles y conocer su casa en Inglaterra.
Me pongo nervioso, como un adolescente ante su primer amor,
cuando mi mujer y yo vamos de viaje en una escapadita de fin de semana o, en
ocasiones, al pasar por una floristería y llegar a casa, por sorpresa, con un
ramo de flores…
Mientras voy avanzando en el texto, comienza a poblarse la
calle de abuelos cargados de paquetes que, con paso apresurado, tratan
inútilmente de llegar antes que se despierten los nietos o una niña que, aún en
pijama, ha bajado a probar su bicicleta nueva.
En el cristal de la ventana veo reflejada una imagen que
desprende ternura y alegría a partes iguales ¿Quién dijo que había perdido la
ilusión?
2 comentarios:
Desde luego, vivencias inolvidables cuya descripción harán revivir a todos quienes lean este artículo.
Precioso, me has emocionado.
Frana @EsTaronger
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