Quien lleva toda la vida dentro de un torbellino cree que lo
normal es la dinámica de la vorágine pero, hasta hace cuatro días esto no era
así. Cambios vertiginosos, que
convierten en obsoleto lo que ayer era novedoso, se suceden en el tiempo y en
todas las circunstancias que envuelven la sociedad que conocemos, afectando de
modo determinante nuestra vida diaria.
Todo está cambiando y lo está haciendo a gran velocidad. ¿Todo?
Es posible.
La revolución tecnológica, que nos ha conducido al inicio de
la era Postindustrial, no se ha limitado al área de la información inmediata y
la “socialización del conocimiento” sino que está afectando, y de qué manera, a
un nuevo paradigma social en que los ciudadanos, vamos aprendiendo a marchas
forzadas a convivir con un nuevo modelo de empoderamiento virtual que debe
asentarse, traducirse y consolidarse en fórmulas que configuren las estructuras
de Poder que gobiernen un siglo XXI que, aunque comenzó hace solo 14 años,
parece que lleváramos décadas en él.
Las estructuras políticas tradicionales, por su propia
naturaleza, tienden a resistirse a la evolución natural y se resisten como gato
panza arriba a los procesos de adaptación y renovación, en nombres pero sobre
todo en métodos e ideas, defendiendo la teórica vigencia de un traje que, desde
el nivel ciudadano, estalla por todas y cada una de sus costuras; amparándose
en un Poder Económico inmovilista que, más pronto que tarde, deberá abandonar
sus postulados hegemónicos o verse abocado a una revolución global de
resultados demoledores.
En el ámbito doméstico, los partidos políticos de corte
tradicional están comprobando en sus propias carnes que, bajo las orejas del
lobo que vieron aparecer, existe un lobo de verdad, de apariencia feroz y
formado por enormes redes de ciudadanos, que no se conformará con que le echen
un poco de comer de vez en cuando. Si no
se mueven deprisa, se adaptan y atienden debidamente a sus demandas y
necesidades, serán devorados sin piedad y, en pocos años, solo serán un párrafo
menor en los libros de historia.
Hay formaciones políticas de naturaleza dinámica que, de
momento tímidamente, están abriéndose a la imprescindible participación de los
ciudadanos porque, al fin y al cabo, ellos constituyen en lo individual y en lo
colectivo, las células de un tejido que dotan de vida a todo el organismo
social.
Otras, sin embargo, fieles a su histórico y endémico
conservadurismo, corren un riesgo cierto de fosilización cuyo único destino es
una vitrina en el Museo Arqueológico pero en su ceguera selectiva solo ven,
desde su atalaya fortificada y con cierto divertimento, la revolución social en
ciernes como una moda pasajera que, igual que vino, se irá. Su problema es que solo saben obedecer las
instrucciones que reciben desde arriba y, esos de arriba, no saben crear otra
cosa que no sean mecanismos de aprovechamiento y dominación. No han aprendido nada.
Vivimos una época apasionante y las expectativas de cambio
son las mayores que se han dado en la Historia.
Aprovechémoslas porque esto ya no tiene marcha atrás.
2 comentarios:
Buena reflexión, como comentas, "ésta es una época apasionante". También llena incertidumbres y dificultades que deberíamos aprovechar para reconstruir una sociedad más equitativa y solidaria.
Sin una nueva conciencia política resulta muy peligrosa esta época de cambios.
El engaño y el poder no entienden de nuevas épocas porque se adaptan a ellas.
La participación es muy importante, pero más lo es la conciencia crítica.
Sin una capacidad crítica de análisis generalizada nos convertimos en seres igualmente manipulables y vulnerables.
Hay que discutir más el "CÓMO HACERLO" (el cambio) que no el "QUÉ HACER".
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