miércoles, 21 de marzo de 2012

EN ANDALUCÍA Y ASTURIAS NOS JUGAMOS EL FUTURO.


El próximo domingo, día 25, se produce el cambio de hora primaveral, medida que consiste en adelantar una hora los relojes para mejor aprovechamiento de la luz solar. Hay quien espera, confía y desea torticeramente que este cambio sea el contrario y, además, de un calado importante. Se trataría de, en vez de adelantar el reloj, atrasar el calendario volviendo a la década de los 70… del siglo XIX.

Las elecciones andaluzas y asturianas se mueven en un mar indómito de controversia.

Andalucía es la comunidad con mayor peso simbólico en el panorama socio-político español. Ha sido durante 30 años el baluarte del partido socialista y, como tal, la presa más preciada en las ambiciones electorales del Partido Popular. Un partido que parte de una, prácticamente total, hegemonía en el mapa y que ha depositado en un personaje tan oscuro como Javier Arenas la posibilidad de arrebatar a la izquierda formal su espacio más preciado.

Cuando Felipe González sustituyó, en la cartera del Ministerio de Trabajo, a Manuel Chaves por José Antonio Griñán afirmó: “Es un hombre de bien y se le nota en la cara que es un hombre de bien”. Casi treinta años más tarde, su rostro sigue transmitiendo esa bonhomía que vendió con tanta eficacia González y, paradojas del destino, terminó sustituyendo también a Chaves al frente de la Comunidad Andaluza.

Hay un hecho incontrovertible, Griñán está quemado. Gobernar durante tantos años, con independencia de aciertos y errores, que los ha habido y de bulto, desgasta al mas pintado y el Partido Socialista andaluz no es una excepción. La tendencia social se mueve en la línea de, no ya de un trasvase de votos de los socialistas a los populares, sino de una abstención galopante del voto PSOE. De modo que el PP vencería holgadamente, como ocurrió el 20N, con su leal electorado propio. ¿Qué hacer?

Personalmente no tengo ninguna duda: Izquierda Unida es la solución. No hablo sólo, que también, de la solvencia de sus propuestas electorales que son las únicas que presentan propuestas eficaces, sólidas, coherentes y perfectamente realizables para encontrar una salida social a esta falsa crisis que nos han impuesto; hablo de reflejar fielmente en el Parlamento Andaluz los sentimientos de una buena parte del electorado, profundamente de izquierdas, que se siente decepcionado con las políticas adoptadas por el partido socialista tanto, en el gobierno de España como en el de Andalucía. Ese inmenso caudal humano no debe perderse en el limbo del desencanto abstencionista.

Si el panorama andaluz se presenta negro oscuro, la perspectiva asturiana se presenta de un negro clarito: La fantasía del “Campanu” Álvarez Cascos, que remontó el Río Sella para desovar, perpetuar la especie y morir de satisfacción, ha fracasado. Después de unos meses intentando ejercer de Don Pelayo, su soberbia absolutista le ha llevado a pegarse un tiro en el pie al convocar nuevas elecciones y esas oportunidades aparecen una vez en la vida. El voto PSOE está muy claro para una parte de la población pero, aunque menor, también funciona el factor desencanto. Izquierda Unida garantiza que, los trabajadores, nunca van a quedar desamparados y, cuanto más fuerza tenga en el gobierno astur, mejor nos irá a todos.

Quienes nos movemos diariamente por las redes sociales, tendemos a creer que lo que está fuera no existe. Falso. Un 70 % del electorado no usa Internet ni escucha nuestros mensajes. Es imprescindible patear cada calle, barrio, aldea, pueblo o ciudad para asegurar que, al menos, conocen nuestras propuestas.

Si yo fuera responsable electoral de IU hubiera pedido el voto, independientemente de la solidez de nuestro programa electoral, tocando la misma fibra que trata de apretar el resto: Vota Izquierda Unida. Rebélate.  En Defensa Propia.

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