Se lo dije esta mañana, al despertarle: “Estoy muy orgulloso
de ti y del amor propio (y los cojones) que le estás echando a la situación. Te
quiero mucho; te queremos mucho y te ayudaremos en todo lo que sea posible… y
más allá”.
Mi hijo es un buen tipo y ha procurado prepararse bien. Ha trabajado como pocos, se ha
esforzado mucho; encontró un puesto de trabajo fijo y no se relajó. Forzó sus
horas para estudiar y estar más capacitado que la media y… su empresa (de
ámbito nacional) quebró.
No se amilanó y volvió a matricularse en otra rama de
estudios, resolvió con esfuerzo y buenas notas las diferentes facetas de su
nuevo campo de trabajo y… encontró otro puesto de trabajo. Básico, pero
trabajo. El horizonte vital pasó de ser negro oscuro a gris marengo. Se puso a trabajar por ello, a romperse
el alma por tener un mañana.
Hoy; tras muchos meses de levantarse a las 5,30 h., currar
como un cabrón y valorar su futuro; se ha ido a Inglaterra a trabajar en una
apuesta firme por consolidarse en la empresa que apostó por él y reforzar su
propia existencia vital…
Sinceramente, le admiro…
Él nos acompañó a manifestaciones, él se emocionó con
nosotros, él nos señaló el camino de la indignación; él es un tío íntegro,
honrado, currante, inteligente y capaz que me hace creer que mi vida (nuestra
vida) no ha sido en vano.
Desconozco el alcance de su dolor (que sospecho infinito),
solo sé que tengo un agujero en las tripas terrible (sin poder haber hecho más
por él), incomparable al de su madre, a quien trataré de ayudar, para que nos
sea su ausencia menos dolorosa.
Andrés, te quiero, te queremos… ¡¡¡¡SE FELIZ!!!!
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