El Parlamento Europeo fue la sede elegida por el Ministerio
de Asuntos Exteriores para vender la “Marca España” a nuestros vecinos
comunitarios. Asistieron alrededor
de 500 personas, de las que 450 eran españolas (eso también es Marca España),
que disfrutaron de las exquisiteces de nuestra gastronomía, disfrutaron de un
espectáculo flamenco y volvieron para casa con el estómago lleno y el alma
henchida de orgullo patrio.
El acto fue calificado por sus organizadores de “rotundo
éxito”; aún así, empleando el argot y los criterios de los “Estudios de
Calidad” que tanto bien nos han hecho, me permito hacer algunas “propuestas de
mejora” que nos permitirán elevar al grado de Excelencia unas condiciones que,
por sí mismas, ya son Muy Buenas:
A pesar de la sutil referencia a nuestro Presidente del
Gobierno; sustanciada en un televisor de plasma donde se podía contemplar, en
bucle, una representativa selección de sus declaraciones más relevantes; un
anacronismo evidente deslucía el montaje:
El típico pañito de ganchillo sobre el que estaba colocada la figura de
una gitana, de faralaes, en pose flamenca, no estaba pensado para la estrecha
pantalla de las televisiones modernas y, en una alarmante muestra de
improvisación hispana, hubo de ser fijado a su soporte mediante tiras de papel
de cello que, sistemáticamente, se iban despegando a medida que el aparato adquiría
temperatura; este hecho obligó a un funcionario del parlamento a sujetarla
disimuladamente, agachado tras el conjunto, hasta que la naturaleza obró en
forma de piernas dormidas, dolor de riñones y un preocupante brote isquémico en
sus brazos que, a los diez minutos, hizo desplomarse a funcionario, gitana,
pañito y plasma sobre un desavisado camarero que pasaba por delante portando una
bandeja repleta de copas de la mejor manzanilla. El ministro, en un alarde de reflejos y sabiduría, aprovechó
para sacar pecho y reivindicar la autoría de otro invento fruto del ingenio
patrio, la fregona.
De las consecuencias para desdichado funcionario poco se
sabe, si acaso, algún rumor que lo sitúa destacado en la legación de Laponia.
La original performance protagonizada por bailarines
flamencos sentados, de incógnito, entre el público contribuyó decisivamente a
que se olvidase la desgraciada peripecia del plasma volador. Si bien la idea de unas personas que,
al escuchar los primeros compases, se arrancan por sevillanas, puede resultar
original; algunos fallos de cálculo en la elección de sus asientos que, por no
estar reservados, obligaron a los bailarines a ocupar las sillas vacías
diseminadas entre el público asistente y el escaso espacio entre asientos y
filas, agravados por la teoría física de la Impenetrabilidad de los Cuerpos,
hicieron incompatible el grácil movimiento de brazos, caderas, piernas y
tacones con la integridad física de quienes les rodeaban. La catarata de bofetadas, codazos,
empujones, rodillazos y pisotones provocó una estampida desordenada que el
ministro ordenó detener empleando los métodos empleados, cada verano, en la localidad
gallega de Sabucedo, conocida como “A rapa das bestas”. El excesivo ardor con que se emplearon
dos orensanos de pro dio oportunidad para que, los presentes, descubrieran
las maravillas de la traumatología practicada en nuestra Piel de Toro.
Estimo necesario trasladar estas humildes recomendaciones en
pos de que, en futuras convocatorias, ningún suceso desluzca tan loables
iniciativas.
De nada.
1 comentario:
Todavia me estoy riendo de tu escrito, que sutileza empleas tan buena para decir que la Marca España está por los suelos.
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