Cada vez somos menos las personas que tenemos trabajo y,
como consecuencia, vacaciones. La clase
política no es ajena a esta circunstancia y la reincorporación a sus tareas
habituales (sean estas las que fueren) está plagada de circunstancias
diferentes para cada caso. Veamos:
Mariano Rajoy: Sus
días de asueto en Orense han coincidido con un aumento desmesurado del número
de incendios forestales. No es
extraño. En los paseos que emprendía
cada mañana se iba encontrando con numerosos lugareños a los que saludaba con
efusividad. Estos, tras escuchar sus
batallitas y promesas balbucientes, se quedaban echando chispas de indignación
y, ya se sabe, una cosa lleva a la otra.
Sea como fuere, Mariano tiene la agenda repleta de compromisos (liga,
vuelta ciclista, europeo de baloncesto, etc) y está deseando arrellanarse en su
cómodo sillón lejos de las miradas (solo miradas) inquisitivas de los
periodistas.
Fátima Báñez: No ve
el momento de volver a su despacho del ministerio para descansar un poco (la
romería del Rocío la tiene hecha unos zorros).
Rafael Hernando:
Quince agitados días cono portavoz de guardia del partido agotan a
cualquiera. Tiene por delante once
meses y medio para recuperarse (y dar de comer adecuadamente a su prole).
Cristóbal Montoro:
Luce un bronceado obsceno que, inmediatamente, nos hace imaginar a
Nosferatu durmiendo en un ataúd con la tapa tuneada con rayos UVA. El conflicto gibraltareño y la previsible
aparición de nombres notables, con cuentas opacas allí (que le darán muchísimo
trabajo para tratar de ocultarlos).
Teófila Martínez:
Tras descubrir que las redes sociales no son un arte de pesca, le espera
un curso intensivo de RQEPM (Respeto a Quienes lo Están Pasando Mal) que se
antoja imprescindible antes que pedir asilo político en el Peñón ante el riesgo
de apedreo indignado (no confundir con lapidación). Mientras, los letristas de
chirigotas afilan las plumas.
Alberto Ruiz Gallardón:
Sus clubes de fans (jueces, fiscales, abogados, oposición, ciudadanos en
general, Conferencia Episcopal, mujeres, colectivos LGTB, ..., incluso la Tuna
de Derecho) esperan ansiosos su regreso para pedirle autógrafos (en el BOE),
camisetas (de rayas carcelarias), fotos (inconfesables), alguna grabación inédita
(y vergonzosa) y todo el merchandashing que acompaña a las estrellas del show
bussiness.
José Ignacio Wert:
Lo suyo es la auténtica (Re)Vuelta al cole. Un esfuerzo sin precedentes en nuestra democracia (aparente) ha
conseguido un consenso integral en todos los intervinientes (activos y pasivos)
en el mundo educativo y cultural, el deseo unánime de verlo regresar a su
impagable labor como tertuliano.
Esperanza Aguirre:
Con esa habilidad suya para hacer fácil lo difícil, ha conseguido
recuperar del ostracismo una profesión en peligro de extinción (el gremio de
afiladores). Ella afila sus armas para
aparecer como salvadora del PP (tras la combustión lenta de su dirección) y sus
enemigos (dentro y fuera del partido) miles de cuchillos, navajas, hachas, lanzas,
facas, azadones y cortapizzas para , en cuanto mueva un dedo (o un palo de
golf), hacer de ella chopped y, de su armario lleno de esqueletos, una
atracción turística.
El Rey: Bien, gracias...
4 comentarios:
Como siempre nos haces sonreír con las desgracias. No es fácil querido Fermín. Muchas gracias.
Como siempre nos haces sonreír con las desgracias. No es fácil querido Fermín. Muchas gracias.
Que maravillosas sonrisas me provocas, jajaja
Gracias.
Desconozco tu profesión pero no descartes dedicarte a escribir monologos humoristicos, eres genial.
Siempre consigues arrancarme una risa y eso que los temas que tocas son espinosos. Eres muy bueno, amigo Fermín.
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