domingo, 20 de diciembre de 2015

Instrucciones para disfrutar lo votado


De ti depende que los cuatro años transcurridos entre elecciones y elecciones sean una eterna tortura o un periodo fugaz pero apasionante.  Llevamos sobre nuestras espaldas el aprendizaje de este último periodo y, muchos más de los que lo reconocen, disimulan o mienten a la hora de confesar a quién otorgaron su voto en 2011 por pura vergüenza y arrepentimiento.  Procuremos que no vuelva a suceder.

El paso final consistirá en salir del colegio electoral con la cabeza alta, una sonrisa satisfecha en los labios e ilusión serena en la mirada.  Pensar “Lo he hecho y lo he hecho bien” tendrá un efecto contagioso en todo el que se cruce en nuestro camino, que lo entenderá y secundará sin necesidad de intercambiar palabras.

Para ello habremos entrado en el colegio con decisión pero sin prisa, disfrutando del momento; habremos recogido nuestra papeleta del montón correspondiente sin hacer ostentación pero con orgullo y habremos dirigido nuestros pasos hacia la urna con la misma emoción del que vota por primera vez, conscientes de que, esta vez sí, servirá para algo.

Previamente, habríamos salido de casa y contado a los vecinos que íbamos al colegio electoral, que ya iba siendo hora y que esta oportunidad, de mandar de regreso a las cloacas a las alimañas que nos han gobernado, no podía dejarse pasar.  Como en el fondo son buena gente, con sus rarezas pero buena gente, el que estuviera convencido verá refrendada su opción, el que dudase vería disipada su duda y el persuadido de lo contrario, acudiría al colegio pensando si estaría equivocado o, directamente, se abstendría de salir de casa.

Todo esto es consecuencia de un proceso interno de pensamiento, análisis de la situación, evaluación de las opciones y, finalmente, haber llegado a conclusiones firmes, razonadas y sensatas para apostar por un proyecto diferente a lo que hemos tenido hasta ahora pero no por ello descabellado.  La única salida posible tras haber desenmascarado a vendedores de crecepelo, falsos profetas, embajadores de lo mismo puestos en limpio y chupasangres de sonrisa lobuna y ademanes de carterista.

Hemos tenido cuatro largos años para pensarlo, 49 meses viendo impotentes como, cada vuelta de tuerca, dejaba más amigos tirados en el camino, 212 semanas temiendo la infamia disfrazada de Consejo de Ministros o 1461 días en que mucha gente no sabía si iba a tener un plato en la mesa mientras ladrones y poderosos lucían impúdicamente su ostentación de desvergüenza.
           

Por eso sé, sabemos, que para sentirse orgulloso del voto y disfrutar cuatro años de lo votado, aunque haya que hacer sacrificios; lo vamos a hacer pensando primero en los intereses generales, después en los de nuestro grupo de afines y, por último, en los nuestros particulares.  Porque es lo que hay que hacer y porque es necesario que todos lo sepan.



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