domingo, 22 de mayo de 2016

Haciendo amigos


Como casi cada domingo, desde el arranque de la precampaña de la precampaña del 20D, nos desayunamos con la “encuesta definitiva” en nuestro medio de comunicación de referencia (que ya no son ni medios ni, mucho menos, de comunicación). Según lo que leas, con qué ánimo y lo que pretendas interpretar, cada encuesta se encargará de poner una vela a Dios (el PP) y al Diablo (Podemos) o viceversa, con un denominador común: Pasar por la piedra a un PSOE que no acepta pero sufre de mala gana su papel de “percha de los golpes”.  No parece demasiado inteligente propiciar una desafección terapéutica hacia el partido de Pedro Sánchez que se sustanciaría, de nuevo, en unas cifras de abstención que favorecen al PP de manera aplastante. ¿Cuál es el objetivo, desalojar al PP del gobierno o hacer desparecer al PSOE del mapa político?  Por cierto, determinadas veleidades, caprichos y decisiones incomprensibles para el vulgo, adoptadas por los socialistas, les ayudan más bien poco.

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Quizá sea por el olor a urnas o por la tozuda realidad, el caso es que el problema de la sostenibilidad del sistema público de pensiones vuelve a cobrar protagonismo.  Unos, con una estrategia clara desde hace años, pretenden meter el miedo en el cuerpo de los cotizantes a la Seguridad Social con el objetivo, pactado sin rubor con el lobby financiero, de fomentar la suscripción del planes privados de pensiones.  Vayan de una vez respuestas a la dicotomía:  El sistema actual de pensiones se sustenta en un modelo piramidal incompatible con la estructura demográfica de España; se intentó reconducir mediante la llegada masiva de inmigrantes que resolvieran el déficit de cotizaciones.  Esta solución se vino abajo con la crisis mundial del 2008 pero un modelo de aportaciones complementarias, tipo Tasa Tobin o similar, paliaría el problema casi por completo.  A quien toma las decisiones importantes en esta país (simplificándolo mucho, los bancos) no les hace ni puta gracia y pretenden seguir con su modelo, que sustituye al fiasco delictivo de las Preferentes, de planes privados de pensiones.  Si se conociera el monto de dinero perdido en operaciones especulativas efectuadas con esos fondos, convendríamos en lo preciso de su denominación: Planes (Privados) de Pensiones = Planes (que te privan) de Pensiones.

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A finales de los años 80 y principios de los 90 profesé una indisimulada admiración por Julio Anguita, a quien conocí y traté.  Aportaba ideas novedosas, una concepción política que partía de un concepto radical de honradez (rara avis entonces y mucho más ahora) y una ejemplaridad que lo hacía aparentemente viable.  A mi juicio, Julio se equivocó.  Optó por un éticamente dudoso “el fin justifica los medios” y pronto nos cansamos de sus constantes regañinas, a veces merecidas y a veces no.  El tiempo ha pasado para todos y para Julio también: posee ese discurso tan suyo de profesor de los de antes, pero yo ya no estoy dispuesto a copiar cien veces “soy de la izquierda pura y desprecio y castigo a los impuros”, un día sí y otro también; va acompañado de un aura de santidad laica que, consciente o inconscientemente, le confiere una autoridad moral que nunca supo gestionar sin la “soberbia de los humildes” y, por mucho aprecio que pueda tenerle en lo personal, está políticamente fuera de sitio.  Así lo creo y así lo manifiesto.

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Mientras tanto, el PP y todos los satélites que orbitan a su alrededor atrapando todo lo que se les acerca, empieza a aplicar sin disimulo las tesis del “para lo que me queda en el convento…” y, ya sin careta demócrata, reivindican su origen franquista prohibiendo cualquier tipo de manifestación fuera de su zona de confort (esteladas y otras) y toleran con complacencia la exhibición de naftalina vestida de falangista (distintas manifestaciones y homenajes fascistas o nazis).  Están muy crecidos de cara al exterior por la insistencia contumaz de sus votantes pese a la velocidad de crucero que han adquirido las denuncias y procesamientos por casos de corrupción.  Por dentro no las tienen todas consigo y conocedores de que la línea que separa su éxito de su fracaso estriba no en sus votos sino en los de los demás, no dudan en jugar sucio y entregarse a tics peligrosos que deberían pasarles factura en las urnas si no fuera por el ejército de walking deads que hacen cola en cada convocatoria para introducir su papeleta en la urna.

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Aún no sé a quién votaré (sé a quién no) pero sé que votaré y estoy esperando que me seduzcan o persuadan con propuestas constructivas. De momento sólo escucho descalificaciones y maquiavelismos de salón. Sigo a la espera…

1 comentario:

Lorenzo Expósito dijo...

A mi tampoco me gusta la gente que está todo el día echándonos la bronca por todo, como Pablo iglesias. Es todo fingido y artificial