Como casi cada domingo, desde el arranque de la precampaña
de la precampaña del 20D, nos desayunamos con la “encuesta definitiva” en
nuestro medio de comunicación de referencia (que ya no son ni medios ni, mucho
menos, de comunicación). Según lo que leas, con qué ánimo y lo que pretendas
interpretar, cada encuesta se encargará de poner una vela a Dios (el PP) y al
Diablo (Podemos) o viceversa, con un denominador común: Pasar por la piedra a
un PSOE que no acepta pero sufre de mala gana su papel de “percha de los
golpes”. No parece demasiado
inteligente propiciar una desafección terapéutica hacia el partido de Pedro
Sánchez que se sustanciaría, de nuevo, en unas cifras de abstención que
favorecen al PP de manera aplastante. ¿Cuál es el objetivo, desalojar al PP del
gobierno o hacer desparecer al PSOE del mapa político? Por cierto, determinadas veleidades,
caprichos y decisiones incomprensibles para el vulgo, adoptadas por los
socialistas, les ayudan más bien poco.
Quizá sea por el olor a urnas o por la tozuda realidad, el
caso es que el problema de la sostenibilidad del sistema público de pensiones
vuelve a cobrar protagonismo.
Unos, con una estrategia clara desde hace años, pretenden meter el miedo
en el cuerpo de los cotizantes a la Seguridad Social con el objetivo, pactado
sin rubor con el lobby financiero, de fomentar la suscripción del planes
privados de pensiones. Vayan de
una vez respuestas a la dicotomía: El sistema actual de pensiones se sustenta en un modelo
piramidal incompatible con la estructura demográfica de España; se intentó
reconducir mediante la llegada masiva de inmigrantes que resolvieran el déficit
de cotizaciones. Esta solución se
vino abajo con la crisis mundial del 2008 pero un modelo de aportaciones
complementarias, tipo Tasa Tobin o similar, paliaría el problema casi por
completo. A quien toma las
decisiones importantes en esta país (simplificándolo mucho, los bancos) no les
hace ni puta gracia y pretenden seguir con su modelo, que sustituye al fiasco
delictivo de las Preferentes, de planes privados de pensiones. Si se conociera el monto de dinero
perdido en operaciones especulativas efectuadas con esos fondos, convendríamos
en lo preciso de su denominación: Planes (Privados) de Pensiones = Planes (que
te privan) de Pensiones.
A finales de los años 80 y principios de los 90 profesé una
indisimulada admiración por Julio Anguita, a quien conocí y traté. Aportaba ideas novedosas, una
concepción política que partía de un concepto radical de honradez (rara avis
entonces y mucho más ahora) y una ejemplaridad que lo hacía aparentemente
viable. A mi juicio, Julio se
equivocó. Optó por un éticamente
dudoso “el fin justifica los medios” y pronto nos cansamos de sus constantes
regañinas, a veces merecidas y a veces no. El tiempo ha pasado para todos y para Julio también: posee ese
discurso tan suyo de profesor de los de antes, pero yo ya no estoy dispuesto a
copiar cien veces “soy de la izquierda pura y desprecio y castigo a los
impuros”, un día sí y otro también; va acompañado de un aura de santidad laica
que, consciente o inconscientemente, le confiere una autoridad moral que nunca
supo gestionar sin la “soberbia de los humildes” y, por mucho aprecio que pueda
tenerle en lo personal, está políticamente fuera de sitio. Así lo creo y así lo manifiesto.
Mientras tanto, el PP y todos los satélites que orbitan a su
alrededor atrapando todo lo que se les acerca, empieza a aplicar sin disimulo
las tesis del “para lo que me queda en el convento…” y, ya sin careta
demócrata, reivindican su origen franquista prohibiendo cualquier tipo de
manifestación fuera de su zona de confort (esteladas y otras) y toleran con
complacencia la exhibición de naftalina vestida de falangista (distintas
manifestaciones y homenajes fascistas o nazis). Están muy crecidos de cara al exterior por la insistencia
contumaz de sus votantes pese a la velocidad de crucero que han adquirido las
denuncias y procesamientos por casos de corrupción. Por dentro no las tienen todas consigo y conocedores de que
la línea que separa su éxito de su fracaso estriba no en sus votos sino en los
de los demás, no dudan en jugar sucio y entregarse a tics peligrosos que
deberían pasarles factura en las urnas si no fuera por el ejército de walking
deads que hacen cola en cada convocatoria para introducir su papeleta en la
urna.
Aún no sé a quién votaré (sé a quién no) pero sé que votaré
y estoy esperando que me seduzcan o persuadan con propuestas constructivas. De
momento sólo escucho descalificaciones y maquiavelismos de salón. Sigo a la
espera…
1 comentario:
A mi tampoco me gusta la gente que está todo el día echándonos la bronca por todo, como Pablo iglesias. Es todo fingido y artificial
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