Comienzo reconociendo que no he visto la
entrevista/publireportaje emitida ayer por TVE en horario de máxima audiencia;
tampoco vi el discurso de Nochebuena, ni este año ni los anteriores; sin
embargo, no creo que fuera necesario, tenía mejores cosas que hacer.
Tras un fugaz repaso a los medios digitales, deduzco que
desperdició una magnífica oportunidad para comunicar su renuncia al trono y
ordenar, dentro de lo que sus prerrogativas le permitan, la apertura de un
proceso de consulta a la ciudadanía para determinar cuál es el sistema que este
país desea, en cuanto a la jefatura del estado se refiere.
No hace falta ser ningún experto para observar a una persona
cansada, sujeta a una intensa medicación que lo mantiene hinchado en las
formas, con una movilidad extremadamente limitada, lento de pensamiento y de
una dicción pastosa y aún más ininteligible de lo habitual.
A mi juicio, hace tiempo que agotó el crédito moral que el
Pueblo Español pudo haberle concedido y no hace sino profundizar en el “debe”
sin nada que incorporar al “haber”, es decir, en términos de contabilidad, el
Rey está en deuda con España y ya se sabe que la tendencia impuesta es terminar
radicalmente con las deudas, existiendo un grave peligro de desahucio de La
Zarzuela si estas no se satisfacen debidamente.
No hay mucho más que decir. Quienes le han tratado (no es mi caso) afirman que se trata
de un hombre sagaz que capta las indirectas a la primera. A ver si es verdad, si no, habrá que
decírselo más claro.
¡Salud y República!
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