sábado, 8 de diciembre de 2012

DE LAS RENOVABLES Y LOS NO RENOVABLES




No deja de asombrarme la apuesta, firme y decidida, de los países con mayor poderío económico por las energías renovables.  Con un planteamiento puramente economicista, supone una mayor independencia energética, dado que el sol, el viento o las olas son iguales para todos y no son propiedad de nadie (¡Huy! Creo que he dado una idea a quien no se la merece).

Decía que me asombra que Estados Unido, Alemania, China, Japón, … o, últimamente, algunos emiratos árabes, hayan apostado por los beneficios que, a medio y largo plazo, supone disponer de una fuente de energía inagotable, limpia, propia y, una vez amortizada la inversión, baratísima. 

Lo que es más epatante aún es que, estas potencias en lo económico, acudan a tecnología española para el desarrollo de sus proyectos, ya que ha demostrado ser la más avanzada a la hora de extraer el máximo rendimiento al más bajo coste. ¿Patrioterismo o sarcasmo?  Sarcasmo, sin duda.

Estos iluminados que nos bobiernan, han mostrado una simpleza cercana a la tecnología de una piedra a la hora de explicar su modelo energético:  Dependencia exterior, sujetos a las veleidades de los célebres mercados y energía nuclear, acudiendo a la falacia de su bajo coste e hipotética limpieza.

El creciente consumo energético está sustentado en la compra de combustibles fósiles (petróleo o gas natural), indiscutible hace décadas pero, hoy en día, prescindible por caro y contaminante, en absoluta desventaja con las energías renovables.

La falacia de la energía nuclear es de libro.  Limpia: Para nada; además de los riesgos que conlleva la consecución de cualquier accidente (no es necesario acudir a Chernobil o Fukushima), un pequeño fallo en los sofisticadísimos sistemas de seguridad pone en serio peligro de contaminación radioactiva la atmósfera y el agua de su alrededor y, por consiguiente, de la población.  Barata: En absoluto; las modernas centrales actuales tienen unos costes enormes que, para su amortización, obligan a alargar su vida útil más allá de cualquier plazo razonable.  Los residuos radioactivos que generan permanecen activos miles de años y su tratamiento y almacenamiento en condiciones de seguridad disparan la inversión a realizar fuera de toda lógica.

Nuestro país dispone de unas condiciones geográficas y climatológicas envidiables para abordar, en serio y para muchos años, medidas que nos surtan de una energía baratísima y autosuficiente (con posibilidades de exportación) que reduzcan drásticamente la factura energética.  Consecuencia:  Ahorro para el Estado, las empresas y los consumidores.  ¿No estamos en una crisis profunda?

Probablemente, los que saben de esto, dirán que he hecho un análisis simple y ventajista.  Simple, quizá y, para ventajista, la postura del lobby eléctrico que tiene la sartén por el mango (o la bombilla por el cable) y no quiere ni oír hablar del asunto.  Cuando alguien está o se hace el sordo, a veces, hay que gritar más fuerte.

Paradógicamente, la alternativa de las renovables pasa por no renovar, durante muchos, muchos años, el contrato de estos “alegres muchachuelos” que, desde su poltrona, no hacen nada por quitarse el lastre que supone la dependencia energética del exterior; eso sí, luego vamos sacando pecho de que se cuente con la tecnología española fuera de nuestras fronteras.  Donde no hay mata, no hay patata…

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