No deja de asombrarme la apuesta, firme y decidida, de los
países con mayor poderío económico por las energías renovables. Con un planteamiento puramente
economicista, supone una mayor independencia energética, dado que el sol, el
viento o las olas son iguales para todos y no son propiedad de nadie (¡Huy!
Creo que he dado una idea a quien no se la merece).
Decía que me asombra que Estados Unido, Alemania, China,
Japón, … o, últimamente, algunos emiratos árabes, hayan apostado por los
beneficios que, a medio y largo plazo, supone disponer de una fuente de energía
inagotable, limpia, propia y, una vez amortizada la inversión, baratísima.
Lo que es más epatante aún es que, estas potencias en lo
económico, acudan a tecnología española para el desarrollo de sus proyectos, ya
que ha demostrado ser la más avanzada a la hora de extraer el máximo
rendimiento al más bajo coste. ¿Patrioterismo o sarcasmo? Sarcasmo, sin duda.
Estos iluminados que nos bobiernan, han mostrado una
simpleza cercana a la tecnología de una piedra a la hora de explicar su modelo
energético: Dependencia exterior,
sujetos a las veleidades de los célebres mercados y energía nuclear, acudiendo
a la falacia de su bajo coste e hipotética limpieza.
El creciente consumo energético está sustentado en la compra
de combustibles fósiles (petróleo o gas natural), indiscutible hace décadas
pero, hoy en día, prescindible por caro y contaminante, en absoluta desventaja
con las energías renovables.
La falacia de la energía nuclear es de libro. Limpia: Para nada; además de los
riesgos que conlleva la consecución de cualquier accidente (no es necesario
acudir a Chernobil o Fukushima), un pequeño fallo en los sofisticadísimos
sistemas de seguridad pone en serio peligro de contaminación radioactiva la atmósfera
y el agua de su alrededor y, por consiguiente, de la población. Barata: En absoluto; las modernas
centrales actuales tienen unos costes enormes que, para su amortización,
obligan a alargar su vida útil más allá de cualquier plazo razonable. Los residuos radioactivos que generan
permanecen activos miles de años y su tratamiento y almacenamiento en
condiciones de seguridad disparan la inversión a realizar fuera de toda lógica.
Nuestro país dispone de unas condiciones geográficas y
climatológicas envidiables para abordar, en serio y para muchos años, medidas
que nos surtan de una energía baratísima y autosuficiente (con posibilidades de
exportación) que reduzcan drásticamente la factura energética. Consecuencia: Ahorro para el Estado, las empresas y los consumidores. ¿No estamos en una crisis profunda?
Probablemente, los que saben de esto, dirán que he hecho un
análisis simple y ventajista.
Simple, quizá y, para ventajista, la postura del lobby eléctrico que
tiene la sartén por el mango (o la bombilla por el cable) y no quiere ni oír
hablar del asunto. Cuando alguien
está o se hace el sordo, a veces, hay que gritar más fuerte.
Paradógicamente, la alternativa de las renovables pasa por
no renovar, durante muchos, muchos años, el contrato de estos “alegres
muchachuelos” que, desde su poltrona, no hacen nada por quitarse el lastre que
supone la dependencia energética del exterior; eso sí, luego vamos sacando
pecho de que se cuente con la tecnología española fuera de nuestras
fronteras. Donde no hay mata, no
hay patata…
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