La cifra tramposa de personas inscritas en el
INEM, con la etiqueta de “contabilizables” (cualquier parado que esté haciendo
un curso de formación, y son muchos, no entra en las cuentas) se acerca
peligrosamente a los cinco millones y crece día a día sorprendentemente, pese a
las devotas rogativas de Fátima Báñez a la Virgen del Rocío. Incomprensible.
Es fácilmente deducible que, en cuanto se
publiquen los datos de la E.P.A. (Encuesta de Población Activa), mucho más
cercanos a la realidad, estaremos rondando ya los seis millones de personas sin
empleo. ¿Preocupante? Si, claro, pero para unos más que para
otros.
Tener tal fuerza laboral desocupada no es, en
absoluto, una situación acuciante para un Bobierno con una hoja de ruta trazada
por la gran patronal. A mayor
número de parados, más posibilidades hay de precarizar al máximo las
condiciones laborales de las personas con trabajo y, sobre todo, obligan a los
desesperados a aceptar puestos de trabajo en condiciones de semiesclavitud,
desconocidas por estos lares desde los años 50. Jornadas de trabajo inacabables por un sueldo de miseria
que, rara vez, se acerca al Salario Mínimo Interprofesional.
Es curioso que, no sólo se han parado las
deslocalizaciones de grandes empresas a cambio de un importante deterioro de
los derechos laborales, sino que las grandes firmas europeas nos ven como una
alternativa fiable al mercado oriental de trabajo ya que, aunque se pague algo
(no mucho) más de salario, lo compensa con un importante ahorro en el
transporte del producto acabado.
La boutade del presidente de Mercadona camina con paso firme hacia su
conversión en una realidad dolorosa.
Con unos sindicatos criminalizados por la
campaña de descrédito salvaje, emprendida hace ya 10 años por los medios de la
caverna (que nos hace pensar que la estrategia viene de lejos y la famosa
crisis o bien ha sido provocada o bien ha venido de perlas a estos desalmados o
ambas cosas), no hay una voz potente que aglutine nuestro descontento y sea
capaz de plantar cara a una C.E.O.E. cercana a la delincuencia social. Los sindicatos han hecho cosas mal, no
hay duda, pero cada día es más necesaria la presencia de unas organizaciones
sindicales potentes que pongan en su sitio a esta gentuza.
Mientras tanto, más carne trabajadora a la
hoguera de la avaricia…
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