Nuestro, amadísimo e incomprendidísimo a partes iguales,
Presidente del Bobierno, Mariano Rajoy, es un hombre con unos objetivos muy
claros al quien no duelen prendas, si la situación lo demanda, por anular,
acallar, sojuzgar, reprimir y castigar silenciosa pero eficazmente a todo aquel
que le critique o ataque pero, sospechamos, todo eso no es más que una
brillante armadura; lo que verdaderamente le pide el cuerpo es mandarlo y
mandarnos a todo y a todos a la mierda, largarse a Pontevedra y disfrutar de un
retiro dorado viendo fútbol, montando en bici, jugando al dominó y devorando
pulpo a dos carrillos, de ahí que esté poniendo su empeño en hacerlo todo mal,
adoptar las decisiones contrarias a lo que se debe hacer y esperar su despido
con la satisfacción del deber cumplido.
Dicen que tiene en contra al Bobierno, a su partido y, por supuesto a la
ciudadanía y, sólo a casta poderosa, clama por su continuidad.
Una vez trazado este original paralelismo descubramos la
verdad:
Mourinho se ha topado con el que, probablemente, sea el
mejor equipo de la historia, el actual Barça, y no sabe cómo contrarrestar su
trayectoria implacable. Su
soberbia le impide reconocer la evidencia siempre tiene una excusa a mano para
justificar su fracaso aunque, como diría un castizo, “está más calado que un
paraguas de veinte céntimos”.
Rajoy sólo ambicionaba acceder al poder y, salir de la
cacareada crisis, no es su prioridad; ésta no es otra que poner el máximo
posible de recursos públicos en manos privadas que la recompensa vendrá por sí
sola. Forzado a afrontar la
terrible situación del país, muestra su ejemplar incapacidad, día si, día
también, y miente como si no supiera hacer otra cosa para justificar su fracaso
aunque, como diría un castizo, “está más liado que una cuerda en un bolsillo”.
Todos sabemos que la única solución es su despido inmediato,
por lo civil o por lo penal, y poner la maquinaria en manos de quien sepa lo
que hay que hacer y cómo hacerlo.
¿Quién? Ese que
estamos pensando
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