domingo, 26 de febrero de 2012

LO DE INTERECONOMÍA NUNCA TUVO GRACIA


No se libra nadie, ya se trate de un barrio exclusivo con un guardia de seguridad por manzana o un poblado de infraviviendas carente de los servicios públicos más elementales, todos sin excepción sufrimos la lacra de los Gamberros de Barrio.  Puede, lógicamente, variar su look o su modus operandi pero el objetivo en todos los lugares es calcado:  Disfrutar, a la manera reptil, mientras otro sufre.

Se les reconoce a distancia; circulan en grupo, alzando la voz y, cuando localizan un incauto de apariencia débil, se despliegan con disciplina militar: Lo rodean, lo abordan de forma intimidatoria, lo agreden antes, después y mientras lo aligeran de dinero, reloj, teléfono y demás cosas de valor y le alejan entre groseras risotadas con la seguridad que da saberse impune.  Quien dice robar a viandantes dice quemar mendigos en cajeros automáticos u orinar sobre indigentes…

Otra fórmula muy apreciada por este subgénero humano es la, comúnmente conocida como, Asustaviejas.  Están emboscados entre unos coches aparcados y, a la que ven a una abuela dirigirse con paso vacilante hacia su portal, se ponen en marcha; uno se encarga de sujetar abierta la puerta, otros dos vigilan los flancos y un cuarto prende la mecha de un petardo de generosas dimensiones y lo tira al interior del portal.  Huyen hasta ponerse a una distancia prudente mientras la puerta cierra sola y, cuando el pequeño barreno explota, celebran con alborozo el número de cristales reventados y cabezas asomadas a las ventanas.  Lástima que carezcan de paciencia para esperar la llegada de la ambulancia, su gozo sería pleno.

Además de encontrarlos, como decía, en todos los barrios de toda extracción social de todas las ciudades del mundo; existe una variante mucho más peligrosa ya que, a la maldad propia del ser adulto, añaden por lo general el uso de armas, son los Gamberros de Gremio, también conocidos como Mafia.

No me apetece ser prolijo pero sí detenerme en una variable específica, Intereconomía.  Se trata de un grupo dizque de comunicación.  Ellos presumen de tener un ideario liberal-conservador, eufemismo este que enmascara la verdadera esencia que les inspira: Franquista-retorcido.  No tienen inconveniente en mentir hasta en la fecha, carecen de rubor al incitar los bajos instintos contra cualquier incauto o viejecita vacilante que se cruce en su camino.  Manipulan, distorsionan y manejan a su antojo los datos (no tienen por qué ser reales) que les puedan convenir para defender sus intereses bastardos.

Están en la ruina absoluta después que los inversores, captados durante su andadura, se han hartado de poner dinero en un pozo sin fondo para engordar a una serie de vividores que no tienen reparo en morder con saña la mano que les da de comer y su, otrora, nómina de patrocinados se ha visto reducida drásticamente hasta quedar sólo en dos nombres: Esperanza Aguirre, la neoliberal de prospecto y el último descubrimiento y exponente de una Falange rediviva, Rosa Díez.  Los demás han huido de ellos como de la peste.

Su imagen gráfica es un escorzo de toro en actitud de embestir y me consta que, al igual que los de lidia, está tragando sangre por litros tirando derrotes ciegos mientras, tambaleándose, busca las tablas. 

Por mí, que siga tragando sangre hasta que cague morcillas de burgos. 

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